
Escrito en algún instante del año 1994.
Dedicado a una guerra absurda, una de tantas.
Los nombres cambian las guerra siempre es la misma.
Noche clara llena de neblina
no había luna,
pero el cielo se iluminaba con sutileza…
Las calles eran desiertos de agua y fuego…
A lo lejos un grito…
era el infierno…
y yo el olvidado.
Una gota acida cayó
sobre el rostro de una niña,
su muñeca golpeó el suelo,
y su alma se partió en dos.
Era difícil expresar tanta belleza
en los restos esparcidos
de una huérfana de seis años nada más.
Era difícil distinguir
entre sus restos
y los de mi cuerpo.
No sabia que mover
pues todo yo estaba extendido en el suelo,
Todo se movía al mismo tiempo
y el fuego consumía lo inservible
arrastrado en el desierto.
Quería gritar
pero mi lengua ya no estaba,
quería mirar
pero mis ojos habían caído a las cloacas.
Recuerdo al hombre que veía la ciudad
que sentía paz y tranquilidad.
Recuerdo una niña que jugaba en una plaza
y un anciano que no llego a ver la ciudad
y la niña llorando.
Recuerdo el río por donde paseaban tus hijos,
hoy pasean por él y se torna rojizo.
Recuerdo el olor de las flores en primavera,
Hoy es primavera y solo huelo hollín y pólvora.
Hoy recuerdo que este hueco de ratas era un lugar
donde la niña paseaba su muñeca
donde las flores olían a flores
y donde el cielo gritaba:
¡¡¡SARAJEVO!!!
AQUELLA NIÑA YACE EN MI MEMORIA, PERO…
¿Cuántas niñas yacerán en la memoria de la humanidad?
Anthony D. Madrid Dupuis
© 2008 by ADMD
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